Trascendencia
Está claro que este es un punto importante del que debería hablar en sí mismo, y no obviar como vengo haciendo. Tengo que hacer una recopilación aclaratoria de todo lo que hasta ahora he escrito, sus por qués y sus conclusiones. Porque todo hasta ahora lleva un mensaje interpretativo que busca el perfeccionamiento de la persona. Busca el replanteamiento de las conductas y actitudes para con la vida. Porque yo mismo busco eso. Como ya digo en mi presentación, la clave es encontrar el equilibrio entre lo que imaginamos, pensamos y deseamos, llevado al nivel práctico de nuestra persona enfrentada al día a día. Por que no vale con plantear teorías, sino que hay que poner los medios para hacerlas compatibles con la realidad, para integrarlas en nuestra actividad diaria, y mejorar nuestro bienestar en un sano equilibrio con la vida, la realidad y lo que esperamos de éstas y de nosotros mismos. Si no, todo carece de sentido.
Es bien patente que muchas veces el llegar a una cierta trascendentalidad y encontrarnos después cara a cara con la realidad, vemos que algo no funciona. Percibimos con mayor claridad lo vanal de la sociedad, la evolución al caos y la escasa compenetración entre lo que querríamos ver y lo que vemos. Sin duda esto es desesperante. Pero lo cierto es que es lo que nos toca. Así que hay que enfrentarlo de la mejor manera posible. Por eso debemos equilibrar el día a día con aspectos más trascendentales que llenen nuestra pasividad y sumisión obligada ante el sistema de civilización. Es decir, encontrar nuestras causas personales, nuestras motivaciones, en tiempo real.
Hablo de los niños como símbolo de esa capacidad de encontrar las cosas que nos alegran en la vida. Me refiero a ellos por su sencillez, su inocencia, su capacidad de evasión por medio de la admiración de las cosas más simples y más sencillas, que nos rodean sin que sepamos apreciarlas. Hablo de ellos como lo que una vez tuvimos y no debemos perder.
Hablo de la música, de las palomas, de la tranquilidad y la paz interior. Del sosiego de andar tranquilo por la vida, dejando tiempo para admirar las cosas que la naturaleza nos aporta cada día, disimulada y discreta entre el caos de la circulación, las prisas y las obligaciones. Hablo de la magia de descubrir y apreciar esas cosas, que nos recuerdan que estamos aquí para algo más que para trabajar y ganar dinero. Cosas que nos ayudan a recordar qué es lo importante y qué lo es menos. Cosas que no podemos dejar de lado si queremos tener fuerzas para afrontar las múltiples barreras que la sociedad pone en nuestro camino. Barreras de un sistema carente de sentido para una repleción personal del alma y el espíritu. Barreras que se añaden a la impotencia de la incentidumbre natural del hombre.
Hablo de la delicadeza de lo bello, de su fragilidad digna de admiración. Fragilidad que nos caracteriza también a nosotros mismos, y que debería hacernos pensar en nuestra manera de tratar un jarrón de porcelana, y comparativamente, a los demás. Porque todo ello es frágil, y digno del mismo cuidado. Y apreciar lo bello de cada uno de los que nos rodea también es algo que ayuda a nuestra conformación como persona. La amistad ofrecida sin garantía y la buena voluntad para con los que interaccionan en nuestra vida, nos ayuda también a mejorar como persona, y aumenta nuestra capacidad de observar lo que tenemos alrededor, y no dejar escapar nada que pueda aportarnos algo.
Es la diferencia con los que viven encerrados en su pequeña rutina, mirando únicamente su ombligo. Son éstos los que rompen el esquema de respeto a los demás. La falta de respeto no solo se trata de putear a los demás, sino de no ser lo suficientemente observador como para darse cuenta de cuándo molestamos a los que nos rodean, de cuándo estamos invadiendo su espacio, de cuándo estamos atacando su dignidad. La falta de respeto es no plantearte las consecuencias de las acciones de uno mismo sobre los demás. La falta de respeto es andar por donde a uno le apetece, sin mirar por dónde pisa.
La capacidad de observación, la capacidad de desarrollar un tacto delicado, la capacidad de captar las situaciones y pequeños detalles de nuestro entorno, es lo que nos hace ser mejores. Es esta capacidad la que nos permite apreciar la luz del sol o el canto de un mochuelo; nos permite admirar y aprender de los demás; nos permite tener una visión más objetiva de nosotros mismos.
En definitiva: Sensibilidad. Eso es lo que nos hace ser mejores. Y eso es lo que nos ayuda a ver las barreras como un pequeño obstáculo en un camino del que vas apreciando las lindes que lo limitan, y no solo miras al suelo obcecado en una meta que no será probablemente la que te aporte la felicidad.
Así que intentad solamente escoger el camino que tenga los lindes más bonitos, porque será eso lo que tengáis que admirar. Escoged y cuidad con toda la dedicación del mundo aquellas personas que te van a rodear, porque será de ellos de quienes más aprendáis. Sed simplemente un saco abierto, siempre dispuesto a recoger todo lo que la vida tiene que ofreceros. No hay que buscar, solo estar atento a lo que nos llega, y ser lo suficientemente humildes como para no despreciar nada que nos sea ofrecido.
Cuanto más recojamos en nuestro camino, cuanto más aprendamos, nunca será en vano cada uno de nuestros pasos.
Es bien patente que muchas veces el llegar a una cierta trascendentalidad y encontrarnos después cara a cara con la realidad, vemos que algo no funciona. Percibimos con mayor claridad lo vanal de la sociedad, la evolución al caos y la escasa compenetración entre lo que querríamos ver y lo que vemos. Sin duda esto es desesperante. Pero lo cierto es que es lo que nos toca. Así que hay que enfrentarlo de la mejor manera posible. Por eso debemos equilibrar el día a día con aspectos más trascendentales que llenen nuestra pasividad y sumisión obligada ante el sistema de civilización. Es decir, encontrar nuestras causas personales, nuestras motivaciones, en tiempo real.
Hablo de los niños como símbolo de esa capacidad de encontrar las cosas que nos alegran en la vida. Me refiero a ellos por su sencillez, su inocencia, su capacidad de evasión por medio de la admiración de las cosas más simples y más sencillas, que nos rodean sin que sepamos apreciarlas. Hablo de ellos como lo que una vez tuvimos y no debemos perder.
Hablo de la música, de las palomas, de la tranquilidad y la paz interior. Del sosiego de andar tranquilo por la vida, dejando tiempo para admirar las cosas que la naturaleza nos aporta cada día, disimulada y discreta entre el caos de la circulación, las prisas y las obligaciones. Hablo de la magia de descubrir y apreciar esas cosas, que nos recuerdan que estamos aquí para algo más que para trabajar y ganar dinero. Cosas que nos ayudan a recordar qué es lo importante y qué lo es menos. Cosas que no podemos dejar de lado si queremos tener fuerzas para afrontar las múltiples barreras que la sociedad pone en nuestro camino. Barreras de un sistema carente de sentido para una repleción personal del alma y el espíritu. Barreras que se añaden a la impotencia de la incentidumbre natural del hombre.
Hablo de la delicadeza de lo bello, de su fragilidad digna de admiración. Fragilidad que nos caracteriza también a nosotros mismos, y que debería hacernos pensar en nuestra manera de tratar un jarrón de porcelana, y comparativamente, a los demás. Porque todo ello es frágil, y digno del mismo cuidado. Y apreciar lo bello de cada uno de los que nos rodea también es algo que ayuda a nuestra conformación como persona. La amistad ofrecida sin garantía y la buena voluntad para con los que interaccionan en nuestra vida, nos ayuda también a mejorar como persona, y aumenta nuestra capacidad de observar lo que tenemos alrededor, y no dejar escapar nada que pueda aportarnos algo.
Es la diferencia con los que viven encerrados en su pequeña rutina, mirando únicamente su ombligo. Son éstos los que rompen el esquema de respeto a los demás. La falta de respeto no solo se trata de putear a los demás, sino de no ser lo suficientemente observador como para darse cuenta de cuándo molestamos a los que nos rodean, de cuándo estamos invadiendo su espacio, de cuándo estamos atacando su dignidad. La falta de respeto es no plantearte las consecuencias de las acciones de uno mismo sobre los demás. La falta de respeto es andar por donde a uno le apetece, sin mirar por dónde pisa.
La capacidad de observación, la capacidad de desarrollar un tacto delicado, la capacidad de captar las situaciones y pequeños detalles de nuestro entorno, es lo que nos hace ser mejores. Es esta capacidad la que nos permite apreciar la luz del sol o el canto de un mochuelo; nos permite admirar y aprender de los demás; nos permite tener una visión más objetiva de nosotros mismos.
En definitiva: Sensibilidad. Eso es lo que nos hace ser mejores. Y eso es lo que nos ayuda a ver las barreras como un pequeño obstáculo en un camino del que vas apreciando las lindes que lo limitan, y no solo miras al suelo obcecado en una meta que no será probablemente la que te aporte la felicidad.
Así que intentad solamente escoger el camino que tenga los lindes más bonitos, porque será eso lo que tengáis que admirar. Escoged y cuidad con toda la dedicación del mundo aquellas personas que te van a rodear, porque será de ellos de quienes más aprendáis. Sed simplemente un saco abierto, siempre dispuesto a recoger todo lo que la vida tiene que ofreceros. No hay que buscar, solo estar atento a lo que nos llega, y ser lo suficientemente humildes como para no despreciar nada que nos sea ofrecido.
Cuanto más recojamos en nuestro camino, cuanto más aprendamos, nunca será en vano cada uno de nuestros pasos.
6 Comments:
Hola Kwaku Ananse!!
Me presento, soy Xuco. Lector habitual del cafetín, el cual ya he visto que frecuentas. Es ahí donde te he descubierto y he dado con el cuento de ananse. Una vez aquí me has enganchado, he ido hasta tu primera publicación, el primer comentario con la esperanza de descubrir quien eres. Y cual sorpresa, que deseas mantener tu identidad cubierta. Respetaré tu opinión, pero a base de leerte te conoceré más de lo que piensas. Eso es lo que quieres ¿no? Que demos rienda suelta a nuestra imaginación. Pues enhorabuena porque lo estás consiguiendo. Sique así y ánimo: Xuco
pd: De momento me quedo con el detalle de esas horas trasnochadoras (o madrugadoras, acabé por saberlo) de publicar en el cuento de ananse. ¿Será costumbre (vicio) de los escritores?
Igual tengo que dar paso atrás en mis afirmaciones porque son las diez de la noche donde yo excribo y la publicación afirma ser la una del mediodia. Fíjense que hasta la tecnología está soñando...
Hola xuco. Me alegro que hayas seguido mi huella y hayas llegado hasta mi página. Me alegro tb de que hayas disfrutado con ella. Intentaré que siga siendo así, porque eres mi segundo lector declarado, ý aquí a los contribuyentes se les tiene en gran consideración.
Sí, a través de juan he llegado al cafetín, y aunque no siempre dejo el sello de mi presencia, suelo frecuentar dicha página. También me ha gustado la de libros y tal, donde he apreciado tu colaboración. Siempre he estado ahí.
En cuanto a lo de mi identidad, no tiene aún sentido revelarla, porque mi nombre trae a la mente de mis conocidos una imagen preformada. Mi intención es sorprenderlos, y probar que si me conocen de verdad, llegarán a mí tan solo con mis escritos.
Un abrazo
Jo Kwaku. Gran entrada. No he podido visitarte estos días, atareado como estaba en mi rutina. Gran reflexión el llamar falta de respeto a la falta de observación. Solo una cosa Kwaku. ¿Te conozco?
Bueno, sospecho que has oido hablar de mí, al igual que yo he oido hablar de tí (respondes al apelativo de "juanillo" verdad?). Hay personas en común dentro de nuestras vidas.
Bueno, espero que tu rutina no te absorva demasiado y que no dejes de contribuir en este blog.
Un abrazo.
Me gusta lo del saco abierto, tanto para recoger, como para permitir que otros cojan lo que les plazca y les sirva de bien.
Dijo un William James:
"Sembrad una acción y recogereis un hábito, sembrad un hábito y recogereis un carácter, sembrad un carácter y recogereis un destino".
Hagamos de lo positivo un acto diario.
Plebeyo.
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